miércoles, 10 de julio de 2013

Donde vuelan nuestras cometas


Recuerdo aquel Mayo caliente de relojes parados y chicas en ropa interior. Recuerdo aquel comienzo de Primavera gritando a Borges en El Retiro, disimulando el vacío de tu piel, arrugando las hojas de los árboles, llenando viernes con Rock de pega.
Recuerdo aquella columna de Elvira Lindo en El País y aquel taller de poesía donde nos recitamos, verso a verso, como si fueran disparos de balas plateadas.
Recuerdo los ojos, las miradas, Madrid tan caliente y visceral como después de la Guerra entre tú y mis ganas, entre yo y tus piernas.
Recuerdo el sabor amargo a tierra pisada, a lo que sabes que nunca vuelve.
Recuerdo aquel concierto de Sabina, en Las Ventas, donde no estabas pero sí, en cada una de las canciones que brotaban de su voz rota.
Recuerdo las noches que no bebimos pero también las que bebimos demasiado, las playas que no existieron y las que marcamos en el mapa para volver a pisar.
Recuerdo las estaciones de tren, aquel viaje a París sin maleta ni corazón, las llaves de esa casa sin puertas ni teléfonos en llamas.
Recuerdo lluvia sin paraguas, nieve entre tus manos y las mías.
Recuerdo un tocadiscos sonando a tumba abierta y una Hispano Olivetti esperando a un escritor que nunca llegará a la cita.
Recuerdo tu Mac encendido sin prisa, esperando palabras que pasan de moda.
Recuerdo cuando tu escribías y yo era verano, cuando tú reías y yo era más verano todavía.

Ahora que recuerdo mucho y poco estoy pisando el suelo donde quema
y tú
sigues curando heridos leves, poniendo celofán a los carteles con mi nombre
allí donde vuelan nuestras cometas

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