martes, 4 de diciembre de 2012

A veces se me olvida

Desperté sobresaltado por el ruido de un mensaje en el móvil. Un poco perjudicado y aturdido después de más de dos horas metido en un sueño que no llego a recordar con claridad.
Una habitación a oscuras salvo por la luz tenue de un flexo me invitaba a seguir en la cama pero, de repente, una melodía de piano se autoinvitó a mi trance con la realidad. Una voz tan dulce como el vuelo de una gaviota disparaba una letra que intuía conocida...

" Slip inside the eye of your mind
don't you know you might find
a better place to play
You said that you've never been
but all the things that you've seen
the slowly fade away... "

Salí de la cama con lo puesto, es decir nada, (que frío me cago en la puta) y me asomé a la puerta que se prolongaba hasta un saloncito donde un gato persa escalaba por el alfeizar de una ventana. A la derecha un piano de pared, y tú. Flaca y desnuda, reventabas las emociones y mis mariposas deslizando tus dedos por las teclas de marfil sintético.
Me lié un piti, y me asomé por la ventana. Afuera la nieve anunciaba un Diciembre de frío y amores que se escapan por la calles de Londres. Decidí vestirme.
Salí con un See you tomorrow, maybe... poco convincente y bajé por la escalera de incendios que daba a la calle posterior del edificio, un edificio de ladrillo rojizo típico de este barrio en el East London, llamado Break Lane. Ahora convertido en el eje central de la comunidad bangladeshi.
Tomé un Cappuccino aguado en un Starbucks mientras leía la prensa del día. El Chelsea había ganado al Fulham con gol de Drogba. Romney se posicionaba como candidato republicano para intentar derrotar a Obama. Daban los últimos coletazos sobre las escuchas en el "Escándalo Murdoch". Los Stones anunciaban alguna fecha para 2012. Ninguna noticia relevante sobre España, salvo el anuncio del inminente rescate que Rajoy negaba.
Salí de allí dejándome llevar, dirección a ninguna parte.
Entré en un a vieja librería de libros usados y me llevé un Shakespeare por 4 pounds. Cogí la Central Line dirección a casa pero cambié de opinión, de súbito y me bajé cerca del London Eye a dar un paseo por la rivera del Támesis.
Paré a tomar una Pinta de Kronenbourg ( que al final fueron tres ) en The Dove un pub del siglo XVII que dicen tiene la barra más pequeña de Gran Bretaña y donde años atrás salían haciendo eses Graham Green o Ernest Hemingway.
El caso es que me subieron las pintas de cojones y tuve que sentarme en uno de esos bancos donde se besan los enamorados mientras el Big Ben y el Parlamento quedan de postal antes sus ojos.
Saqué el librito de Shakespeare, y pensé en literatura, en la chica que dejé en Madrid, en mis amigos, en un viaje a León con dos huracanes, pensé en todo lo bueno que quedaba por llegar y en los caminos que quedaban por recorrer.
Y es que como dice Quique; A veces se me olvida que soy sólo un espectador. Que las cosas del alma no se adivinan.









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